Cuando
el miedo apareció de repente y sin avisar, paralizó todos mis sentidos. Habían
pasado años desde que la vida parecía haberme sonreído y me habían sucedido
cosas maravillosas -excepto por los últimos meses, claro, pero jamás pensé que
volvería a caer tan hondo-.
El miedo
consiguió invadir cada átomo y molécula de mi cuerpo otra vez. Y, en lugar de
afrontarlo, huí como una niña pequeña huye de los fantasmas. Todos los que han
sentido el miedo calar hasta sus entrañas y anular cualquier pensamiento
positivo entenderán esto y sabrán que si eso pasa, estás perdido. Bueno, yo lo
estoy, pero solo hace falta estarlo para conseguir encontrar la salida,
encontrar de nuevo el valor.
Lo
peor de todo no solo es sentir miedo, sino tenerle miedo al miedo.